(DIÁLOGO INVEROSÍMIL CON POYO FUMERO)
Luciano Poyo Fumero podría ser entendido como un espécimen monstruoso de sujeto social anómalo y border del arte o del arte de vivir de la naturaleza de un Syd Barrett restringido a la región de la Tablada – sur rosarino – o un Tanguito intramuros y con complejidad musical. Inspirado guitarrista de algunas bandas rosarinas y porteñas del rock de los 90 (como la amítica “Los Camotes”), autor de algunas cintas hoy inconseguibles (ayer también) entre el pop autogestionado y la experimentalidad vocal e instrumental, más tarde volcado al tekno y con un paso fugaz incluso por la cumbia local, dejó la actividad social-musical, regresó de la Ciudad de la Furia y de vuelta a la Fucking Town, Ciudad de la Furia Sojera, cambió brevemente de oficio y en 1996 escribió entre Cañada Rosquín y la República de la Sexta un compilado de textos de literatura en bruto llamado “Las XXConchas” publicado en www.masshedoña.com.ar con un título erróneo a partir del personaje autoral X al Cubo. Desde hace varios años se halla consagrado por entero a la producción matemático-especulativa, trabaja en dos libros póstumos, uno de ellos conocido como “El Libro de la Guerra”. Este año decidió escribir y borrar acto continuo su última experiencia escritural dedicada a contrarrestar los efectos de Washington Cucurto en la cultura nacional. Poyo Fumero, para muchos, también considerado como el Cucurto Blanco, rosarino y clandestino. Para otros un Carlovich de la vida...
Acá la trascripción de un diálogo que el corresponsal de Puta Ciudad en la Clandestinidad sostuvo con Fumero luego de haber intentado desafiar en duelo a un simple taxista y sufrir la correspondiente denuncia penal. O bien una obra de “periodismo ficción” (como si hubiera otro). En caso de incendio, o de que el entrevistado haya sido un farsante cualquiera, o un actor pago, call the doctor quick.
Acá la trascripción de un diálogo que el corresponsal de Puta Ciudad en la Clandestinidad sostuvo con Fumero luego de haber intentado desafiar en duelo a un simple taxista y sufrir la correspondiente denuncia penal. O bien una obra de “periodismo ficción” (como si hubiera otro). En caso de incendio, o de que el entrevistado haya sido un farsante cualquiera, o un actor pago, call the doctor quick.
