
Miercoles 6 de Agosto a las 19 hs. se presenta en los Altos de la Libreria Ross Negro Absoluto Una colección dirigida por Juan Sasturain
En Negro Absoluto, el crimen no paga. Tampoco cobra. Ni siquiera viaja: Buenos Aires es el redundante domicilio de los cadáveres, el aire por el que vuelan los tiros es siempre húmedo y porteño, y el repetido escenario de la pesquisa tiene las veredas rotas. La sangre derramada suele ser negociada; pero no siempre. En Negro Absoluto vale la pena esperar hasta el final. No hay nada escrito y todo se está por escribir.
¿Qué tienen las calles de San Francisco que envidien las de Barracas? ¿Sangra distinto un cadáver de mujer en Parque Lezama que en el Central Park? ¿Qué nuevo Marlowe tiene oficina en Avenida de Mayo? ¿Qué hermosa bruja justiciera resiste en la corrupta prehistoria de Puerto Madero? ¿Qué perplejo investigador trabajaba haciendo policiales en un diario popular de la Década Infame? ¿Qué extraños secretos esconderá la Buenos Aires de los dos obeliscos, medio incendiada después del Bicentenario?
La literatura policial argentina –la de Borges, la de Arlt y Walsh- se merecía una colección de novela en la que, después de El Séptimo Círculo, Evasión, Rastros, Cobalto o Serie Negra, se asesine y se haga justicia usando exclusivamente sangre nacional. Que por fin las cosas –también en la ficción- hayan pasado, pasen o pasarán acá a la vuelta.
Negro Absoluto, Buenos Aires y el crimen de exportación.
Juan Sasturain
SanteriaLeonardo Oyola
Gran parte de esta poderosa novela de Leo Oyola transcurre algo más de una década atrás, en vísperas de las navidades del 96, en ciertos lugares muy pesados (si cabe decirlo así) de una Buenos Aires poco frecuentada por los turistas, la mayoría de los porteños y la literatura en general: la villa Puerto Apache, pegada a Costanera Sur, los barrios contiguos y otra villa del barrio de Flores, El Jabuti. Pero no, es mentira lo que acabo de escribir. Engañoso. Porque, en realidad, Santería transcurre por lo menos en otros dos lugares, dos lugares virtuales mucho más sugestivos incluso que los feroces bordes de la ciudad: las ominosas cartas echadas sobre la mesa y la cabeza de la torrentosa narradora, Fátima Sánchez, conocida como La Víbora Blanca. Y la historia, como en la mejor tradición del suspenso y el terror, comienza con el anuncio de un desenlace fatal y en apariencia ineludible que, en carrera contra reloj, ha de asumir y tratar de conjurar la protagonista antes de que la alcance la desgracia. En esto, el desaforado Oyola –narrador sin red ni techo aparente- calza en el módulo clásico para hacer su aporte absolutamente original.
Leonardo A. Oyola nació en Buenos Aires en 1973. Su primera novela, Siete & el Tigre Harapiento (Gárgola, 2005) obtuvo la tercera mención del Premio Clarín-Alfaguara en 2004. Su segundo trabajo, Hacé que la noche venga, será próximamente publicado por Sudamericana. En España, la editorial Salto de Página editó en 2007 su tercera novela, Chamamé, y este año la cuarta: Gólgota. Sus relatos han sido antologados en diversas recopilaciones. Actualmente colabora como crítico cinematográfico para la edición argentina de Rolling Stone.
El doble Berni Gandolfo & Sosa
Esta novela trata de cuadros, de obras de Berni falsas y verdaderas, de Quinquela, de galerías y murales. Pero no: cuidado con la pintura. Hay muchas otras cosas. Porque la historia empieza cuando lo matan a Roberto Taborda, pintor y admirador de Berni, mientras trata de terminar un mural, en Rosario, y su amigo Jorge Lucantis debe ir a reconocerlo en la noche. Lucantis estaba viviendo ahí desde hacía un tiempo, sobreviviendo a desgano con un negocio de productos new age en una vieja galería del centro, especulando con la idea de volverse a Buenos Aires. Pero no. Se queda, la viuda de Taborda le encarga el cobro de una guita a un galerista porteño y de ahí en más –como sucede en estos casos, en la vida en general– “los acontecimientos se precipitan”.Así, El doble Berni tiene, entre otras muchas, una virtud que las “simples” novelas policiales no suelen compartir: admite la relectura inmediata y –más aún– se enriquece y despliega mejor, si cabe, con cada regreso a la lectura. Es que el incierto flaco Lucantis, la equívoca oriental Tagomi, y un repertorio de personajes –sobre todo de siempre insondables mujeres– enriquecen la novela con la carnadura propia de las ficciones perdurables. Al final, pasa lo mejor: queremos saber más de ellos.
Elvio E. Gandolfo nació en 1947. Vivió en Rosario, Montevideo, Pirlápolis y Buenos Aires. Dirigió con su padre Francisco la revista literaria el lagrimal trifurca. Dirigió la Editorial Municipal de Rosario. Compiló antologías de los géneros policial, ciencia ficción, fantasía y terror. Tradujo obras de Tennessee Williams, Henry James, Choderlos de Laclos, Norman Mailer, C. S. Lewis y muchos otros. Trabajó en numerosos medios de prensa de Buenos Aires y Montevideo: Jaque, El péndulo, Clarín, Perfil, Punto y aparte, etc. Escribe la sección Libros de la revista Noticias.Integra desde el principio el equipo coordinador de El País Cultural. Condujo el programa Los libros y el viento en TV Ciudad de Montevideo. Publicó La reina de las nieves, Dos mujeres, Ferrocarriles Argentinos, Cuando Lidia vivía se quería morir (cuentos), Boomerang (novela), Parece mentira y El libro de los géneros (ensayo y crítica), y Ómnibus. Actualmente vive en Montevideo.
Gabriel Sosa (Montevideo, 1966) es escritor y periodista. Entre otras ocupaciones periodísticas, fue crítico de cine de la revista Posdata, redactor del suplemento “Qué Pasa” del diario El País, y colaborador durante una década de El País Cultural. Publicó los libros de relatos Orientales Excéntricos y Qué difícil es ser de izquierda en estos días. Vive en Montevideo, generalmente a su pesar.
Los indeseables Osvaldo Aguirre
En las postrimerías de la segunda presidencia de Yrigoyen, Gustavo Germán González es cronista de la sección policiales del mítico diario Crítica, el más popular de la época, siempre en feroz y más o menos amarillenta y desleal competencia con Última Hora, su rival vespertino en el favor del público. El asesinato de una prostituta francesa y la aparición de su cadáver en el Parque Lezama dispara la acción. La policía, la prensa, los cafishios, los grupos políticos, el universo de los marginales, el mundo de la noche, todo se conmueve. Y la ciudad respira, se agita como un ser vivo.Esta novela ejemplar de Osvaldo Aguirre es varias cosas a la vez. Es en principio la presentación de un personaje, el periodista/detective, que desde ya pide pista para más; es también y obviamente el relato de un tenebroso crimen de época y su trabajosa resolución, y es además –de yapa– la pintura de un ambiente y de una época de Buenos Aires absolutamente reconocible, nunca antes descripta con tan minuciosa y afectiva cercanía en sus usos y costumbres. Y todo cierra. Uno se mete ahí y funciona, es una historia como para quedarse a vivir.
Osvaldo Aguirre (1964) estudió Letras en la Universidad Nacional de Rosario. Publicó los libros de poemas Las vueltas del camino (1992), Al fuego (1994), Narraciones extraordinarias (1999), El General (2000), Ningún nombre (2005) y Lengua natal (2007); las novelas La deriva (1996), Estrella del Norte (1998) y Graffiti Ninja (en colaboración, 2007), los libros de relatos La noche del gato de angora, Rocanrol y Notas en un diario (2006); las crónicas Historias de la mafia en la Argentina (2000), Enemigos públicos. Los más buscados en la historia criminal argentina (2003), La pandilla salvaje. Butch Cassidy en la Patagonia (2004), La Chicago argentina (2006) y La conexión latina (2008). Entre 1993 y 2004 trabajó como cronista policial en el diario La Capital, de Rosario, donde actualmente edita el suplemento dominical Señales. Colaboró con diversos artículos sobre historia criminal en las revistas Todo es Historia, Página/30, Pistas, Tres Puntos y Veintitrés. En el campo del género policial, entre otros temas, ha escrito artículos sobre Edgar Allan Poe, Jim Thompson, Eduardo Holmberg y Rodolfo Walsh, los cancioneros criminales, la serie Cops, la historia de los asesinos seriales y la historia de la crónica policial en Argentina.
El síndrome de Rasputín Ricardo Romero
Como en una Blade Runner de cabotaje, sin producción ni aditamentos tecnológicos pero llena de fantasmas, los personajes se mueven en una Buenos Aires que es ésta pero peor, con dos obeliscos y los abandonados túneles del subte convertidos en colonias de marginales, eternamente lluviosa y parcialmente destruida, devastada por los incendios mientras aún espera el estallido de las bombas no detonadas en Once por los “nacionalistas del Bicentenario”. En ese escenario más dislocado que sórdido se mueven personajes acordes, bellos y coherentes con una legalidad alucinada. En esta maravillosa novela de Romero, los protagonistas son tres tipos raros, tres amigos marginados afectiva y socialmente por la enfermedad compartida, la compulsión a la repetición de gestos, exclamaciones o movimientos que identifican al síndrome de Tourette; son los vulnerables prisioneros de los tics. Casos clínicos perdidos, los queribles Abelev, Maglier y Muishkin se verán envueltos, por afán solidario, en una aventura marcada por lo desaforado. Trepidante novela de ideas, El síndrome de Rasputín –ese tic primario de sobrevivir pese a todo– participa del folletín aventurero desatado a la manera de Edgar Wallace y del grotesco tenebroso del mejor cine mudo.
Ricardo Romero nació en Paraná, Entre Ríos, en 1976. Es Licenciado en Letras Modernas por la Universidad Nacional de Córdoba y desde el 2002 vive en Buenos Aires. En el 2003 publicó su primera novela, Ninguna Parte, y a partir de ese mismo año dirigió la revista de literatura Oliverio. En el transcurso del 2006 publicó su primer libro de cuentos, Tantas noches como sean necesarias. En el 2007 sus cuentos “Visigodos” y “Habitación 22” fueron publicados en diversas antologías dedicadas a los nuevos narradores argentinos. En la actualidad tiene una novela inédita, Perros de la lluvia. Es uno de los integrantes del Quinteto de la Muerte (http://www.elquintetodelamuerte.blogspot.com/) y editor de Gárgola Ediciones, donde dirige la colección “Laura Palmer no ha muerto”.
En Negro Absoluto, el crimen no paga. Tampoco cobra. Ni siquiera viaja: Buenos Aires es el redundante domicilio de los cadáveres, el aire por el que vuelan los tiros es siempre húmedo y porteño, y el repetido escenario de la pesquisa tiene las veredas rotas. La sangre derramada suele ser negociada; pero no siempre. En Negro Absoluto vale la pena esperar hasta el final. No hay nada escrito y todo se está por escribir.
¿Qué tienen las calles de San Francisco que envidien las de Barracas? ¿Sangra distinto un cadáver de mujer en Parque Lezama que en el Central Park? ¿Qué nuevo Marlowe tiene oficina en Avenida de Mayo? ¿Qué hermosa bruja justiciera resiste en la corrupta prehistoria de Puerto Madero? ¿Qué perplejo investigador trabajaba haciendo policiales en un diario popular de la Década Infame? ¿Qué extraños secretos esconderá la Buenos Aires de los dos obeliscos, medio incendiada después del Bicentenario?
La literatura policial argentina –la de Borges, la de Arlt y Walsh- se merecía una colección de novela en la que, después de El Séptimo Círculo, Evasión, Rastros, Cobalto o Serie Negra, se asesine y se haga justicia usando exclusivamente sangre nacional. Que por fin las cosas –también en la ficción- hayan pasado, pasen o pasarán acá a la vuelta.
Negro Absoluto, Buenos Aires y el crimen de exportación.
Juan Sasturain
SanteriaLeonardo Oyola
Gran parte de esta poderosa novela de Leo Oyola transcurre algo más de una década atrás, en vísperas de las navidades del 96, en ciertos lugares muy pesados (si cabe decirlo así) de una Buenos Aires poco frecuentada por los turistas, la mayoría de los porteños y la literatura en general: la villa Puerto Apache, pegada a Costanera Sur, los barrios contiguos y otra villa del barrio de Flores, El Jabuti. Pero no, es mentira lo que acabo de escribir. Engañoso. Porque, en realidad, Santería transcurre por lo menos en otros dos lugares, dos lugares virtuales mucho más sugestivos incluso que los feroces bordes de la ciudad: las ominosas cartas echadas sobre la mesa y la cabeza de la torrentosa narradora, Fátima Sánchez, conocida como La Víbora Blanca. Y la historia, como en la mejor tradición del suspenso y el terror, comienza con el anuncio de un desenlace fatal y en apariencia ineludible que, en carrera contra reloj, ha de asumir y tratar de conjurar la protagonista antes de que la alcance la desgracia. En esto, el desaforado Oyola –narrador sin red ni techo aparente- calza en el módulo clásico para hacer su aporte absolutamente original.
Leonardo A. Oyola nació en Buenos Aires en 1973. Su primera novela, Siete & el Tigre Harapiento (Gárgola, 2005) obtuvo la tercera mención del Premio Clarín-Alfaguara en 2004. Su segundo trabajo, Hacé que la noche venga, será próximamente publicado por Sudamericana. En España, la editorial Salto de Página editó en 2007 su tercera novela, Chamamé, y este año la cuarta: Gólgota. Sus relatos han sido antologados en diversas recopilaciones. Actualmente colabora como crítico cinematográfico para la edición argentina de Rolling Stone.
El doble Berni Gandolfo & Sosa
Esta novela trata de cuadros, de obras de Berni falsas y verdaderas, de Quinquela, de galerías y murales. Pero no: cuidado con la pintura. Hay muchas otras cosas. Porque la historia empieza cuando lo matan a Roberto Taborda, pintor y admirador de Berni, mientras trata de terminar un mural, en Rosario, y su amigo Jorge Lucantis debe ir a reconocerlo en la noche. Lucantis estaba viviendo ahí desde hacía un tiempo, sobreviviendo a desgano con un negocio de productos new age en una vieja galería del centro, especulando con la idea de volverse a Buenos Aires. Pero no. Se queda, la viuda de Taborda le encarga el cobro de una guita a un galerista porteño y de ahí en más –como sucede en estos casos, en la vida en general– “los acontecimientos se precipitan”.Así, El doble Berni tiene, entre otras muchas, una virtud que las “simples” novelas policiales no suelen compartir: admite la relectura inmediata y –más aún– se enriquece y despliega mejor, si cabe, con cada regreso a la lectura. Es que el incierto flaco Lucantis, la equívoca oriental Tagomi, y un repertorio de personajes –sobre todo de siempre insondables mujeres– enriquecen la novela con la carnadura propia de las ficciones perdurables. Al final, pasa lo mejor: queremos saber más de ellos.
Elvio E. Gandolfo nació en 1947. Vivió en Rosario, Montevideo, Pirlápolis y Buenos Aires. Dirigió con su padre Francisco la revista literaria el lagrimal trifurca. Dirigió la Editorial Municipal de Rosario. Compiló antologías de los géneros policial, ciencia ficción, fantasía y terror. Tradujo obras de Tennessee Williams, Henry James, Choderlos de Laclos, Norman Mailer, C. S. Lewis y muchos otros. Trabajó en numerosos medios de prensa de Buenos Aires y Montevideo: Jaque, El péndulo, Clarín, Perfil, Punto y aparte, etc. Escribe la sección Libros de la revista Noticias.Integra desde el principio el equipo coordinador de El País Cultural. Condujo el programa Los libros y el viento en TV Ciudad de Montevideo. Publicó La reina de las nieves, Dos mujeres, Ferrocarriles Argentinos, Cuando Lidia vivía se quería morir (cuentos), Boomerang (novela), Parece mentira y El libro de los géneros (ensayo y crítica), y Ómnibus. Actualmente vive en Montevideo.
Gabriel Sosa (Montevideo, 1966) es escritor y periodista. Entre otras ocupaciones periodísticas, fue crítico de cine de la revista Posdata, redactor del suplemento “Qué Pasa” del diario El País, y colaborador durante una década de El País Cultural. Publicó los libros de relatos Orientales Excéntricos y Qué difícil es ser de izquierda en estos días. Vive en Montevideo, generalmente a su pesar.
Los indeseables Osvaldo Aguirre
En las postrimerías de la segunda presidencia de Yrigoyen, Gustavo Germán González es cronista de la sección policiales del mítico diario Crítica, el más popular de la época, siempre en feroz y más o menos amarillenta y desleal competencia con Última Hora, su rival vespertino en el favor del público. El asesinato de una prostituta francesa y la aparición de su cadáver en el Parque Lezama dispara la acción. La policía, la prensa, los cafishios, los grupos políticos, el universo de los marginales, el mundo de la noche, todo se conmueve. Y la ciudad respira, se agita como un ser vivo.Esta novela ejemplar de Osvaldo Aguirre es varias cosas a la vez. Es en principio la presentación de un personaje, el periodista/detective, que desde ya pide pista para más; es también y obviamente el relato de un tenebroso crimen de época y su trabajosa resolución, y es además –de yapa– la pintura de un ambiente y de una época de Buenos Aires absolutamente reconocible, nunca antes descripta con tan minuciosa y afectiva cercanía en sus usos y costumbres. Y todo cierra. Uno se mete ahí y funciona, es una historia como para quedarse a vivir.
Osvaldo Aguirre (1964) estudió Letras en la Universidad Nacional de Rosario. Publicó los libros de poemas Las vueltas del camino (1992), Al fuego (1994), Narraciones extraordinarias (1999), El General (2000), Ningún nombre (2005) y Lengua natal (2007); las novelas La deriva (1996), Estrella del Norte (1998) y Graffiti Ninja (en colaboración, 2007), los libros de relatos La noche del gato de angora, Rocanrol y Notas en un diario (2006); las crónicas Historias de la mafia en la Argentina (2000), Enemigos públicos. Los más buscados en la historia criminal argentina (2003), La pandilla salvaje. Butch Cassidy en la Patagonia (2004), La Chicago argentina (2006) y La conexión latina (2008). Entre 1993 y 2004 trabajó como cronista policial en el diario La Capital, de Rosario, donde actualmente edita el suplemento dominical Señales. Colaboró con diversos artículos sobre historia criminal en las revistas Todo es Historia, Página/30, Pistas, Tres Puntos y Veintitrés. En el campo del género policial, entre otros temas, ha escrito artículos sobre Edgar Allan Poe, Jim Thompson, Eduardo Holmberg y Rodolfo Walsh, los cancioneros criminales, la serie Cops, la historia de los asesinos seriales y la historia de la crónica policial en Argentina.
El síndrome de Rasputín Ricardo Romero
Como en una Blade Runner de cabotaje, sin producción ni aditamentos tecnológicos pero llena de fantasmas, los personajes se mueven en una Buenos Aires que es ésta pero peor, con dos obeliscos y los abandonados túneles del subte convertidos en colonias de marginales, eternamente lluviosa y parcialmente destruida, devastada por los incendios mientras aún espera el estallido de las bombas no detonadas en Once por los “nacionalistas del Bicentenario”. En ese escenario más dislocado que sórdido se mueven personajes acordes, bellos y coherentes con una legalidad alucinada. En esta maravillosa novela de Romero, los protagonistas son tres tipos raros, tres amigos marginados afectiva y socialmente por la enfermedad compartida, la compulsión a la repetición de gestos, exclamaciones o movimientos que identifican al síndrome de Tourette; son los vulnerables prisioneros de los tics. Casos clínicos perdidos, los queribles Abelev, Maglier y Muishkin se verán envueltos, por afán solidario, en una aventura marcada por lo desaforado. Trepidante novela de ideas, El síndrome de Rasputín –ese tic primario de sobrevivir pese a todo– participa del folletín aventurero desatado a la manera de Edgar Wallace y del grotesco tenebroso del mejor cine mudo.
Ricardo Romero nació en Paraná, Entre Ríos, en 1976. Es Licenciado en Letras Modernas por la Universidad Nacional de Córdoba y desde el 2002 vive en Buenos Aires. En el 2003 publicó su primera novela, Ninguna Parte, y a partir de ese mismo año dirigió la revista de literatura Oliverio. En el transcurso del 2006 publicó su primer libro de cuentos, Tantas noches como sean necesarias. En el 2007 sus cuentos “Visigodos” y “Habitación 22” fueron publicados en diversas antologías dedicadas a los nuevos narradores argentinos. En la actualidad tiene una novela inédita, Perros de la lluvia. Es uno de los integrantes del Quinteto de la Muerte (http://www.elquintetodelamuerte.blogspot.com/) y editor de Gárgola Ediciones, donde dirige la colección “Laura Palmer no ha muerto”.