"lAs CaLuMnIaS dE pUtA cIuDaD pErTeNeCeN aL pUeBlO"


martes, 17 de noviembre de 2009

Vecina Neocumbiera




por Silvio M. Balla




La pendejita de al lado ahora escucha cumbia. Papá cambia el auto por un cero cada dos años no obstante. Es una casa de dos pisos como la mía y la nena que un día – no sé qué día exactamente – dejó de llorisquear por boludeces empezó a aparecerse con amiguitos por casa día por medio.
Fue súbito, al menos para el que suscribe.
Fue súbito.

Cómo ocurre el Cambio en el Mundo, yo no lo sé.

Un día la nena, que era una rechonchita sin ningún futuro prodigioso en el eufórico mercado femenino, se hizo mariposa, comenzó a aletear y las aletas hasta les diría que casi están buenas. Aunque podemos augurarle que no le va a durar más de 5 o 7 años. A juzgar por la amplitud de la madre, por su antigua deformidad infantil – común de todos modos, no es por tirar mierda ni denunciar nada fuera de lo normal -, y por sus cachas extrovertidas, es de preverse que deberá luchar contra las pastas con eventual tenacidad pasados los 20. Toda mujer al final tiene su momento de gloria. ¿Cuál es el porcentaje de las que alguna vez en la llamada vida – 10 años o 3 – llegan a estar buenas o casi? ¿Cuántas son las que pasan por este valle de lágrimas – no me refiero a Rosario específicamente – sin jamás recibir la bendición del Señor, o al menos una palmadita ahí? La nena ahora escucha cumbia a todo volumen por las tardes. Sacrificial es el ser del ser padre. Al final se cumplió mi pronóstico formalizado en pleno imperio menemista:
Dije:


-La Cumbia Cruzará Finalmente 27 de Febrero.

Y acá estamos – 2009 – a una cuadra de la frontera y con cumbia por la ventana.

Suerte, las casas son grandes y si no es grande mi corazón sí lo es mi equipo Sony con sus parlantes Technics tamaño féretro de enano, y constituye un buen recurso de silenciamiento llegado el caso. Un Pavarotti, un Led Zeppelin, Pink Floyd, un Zitarrosa incluso, un José Feliciano – mi nuevo ídolo – a buen volumen, santo remedio. O diplomático, menos bélico, el MP4, auriculares, y mariposa.

(A otra cosa.)

Qué sé yo, la cumbia, en un barrio incluso asquerosamente pequeño-burgués como lo es desde décadas la República de la Sexta, es como que no. No sé, no me adapto a las nuevas coordenadas socioculturales. Leo a Cucurto, lo hago en silencio. El esnobismo es otro.

Menos mal que no se le dio por el reguetón, es una suerte. Creo que es una cumbia santafecina.

Es curioso, ahora noto que Santa Fe – ciudad que a los rosarinos les importa poco y nada, salvo cuando toca señalar que hay ahí todavía más calor y más humedad, y salvo para jactarse cuando cuadra la ocasión de que es unas 3 4 o 5 veces más chica que nuestra deplorable ciudad, o para quejarse de sus prerrogativas burocráticas estatales - , Santa Fe, veo, modestamente como quien no quiere la cosa tramó su venganza y se fue metiendo en el riñón rosarino, y, es probable, con el empuje vital y generoso de la migración norteña en general, de Formosa a Santo Tomé, pongamos. Es cumbia santafecina, que es más llevadera, conserva – sospecho – algo más de la cumbia colombiana. ¿Se convertirá en la década próxima Rosario en otra Córdoba?
Pero el proceso apropiatorio en este caso sería más indirecto. Córdoba robó el merengue como un gesto de rapiña original sin solicitar connivencia de ninguna otra región argentina y lo convirtió en souvenir autóctono, como a los burritos y la peperina, como postal sonora patente, junto a ese enigma que tanto entusiasma a publicistas de comerciales de la tele: el acento. Esa forma de estirar vocales como Guitar Players del habla. Lo que en su época fue una decantación previsible del pasodoble un día se transformó en una apropiación del merengue centroamericano. A la manera en que acá – supongamos en simultáneo con Capital y Montevideo – se hizo en los 60 con el beat, de 27 de Febrero para arriba.

Sí, la santafecina es más llevadera que la del Gran Buenos Aires. Menos tekno y menos punk.

Y la cumbia, ojo, no es una mala música. Claramente puesta en el balancín con el rock chabón es una joya. El tema, al contrario, es una incompatibilidad de espíritu. ¿Qué hubiera sido de mi vida si en vez de aportar a la industria patrioteril de Gardel, o escuchar los casetes de Sui Generis, o comprarme en la primaria los idem de Zas, los Abuelos, G.I.T., Soda, Virus - los Charlys y los Fitos de culto y de ahí a Spinetta Sumo Redondos - etc., me hubiese entregado de cuerpo entero a la fruición estética de la cumbia?

La división geomusicológica de la ciudad de Rosario antes era casi tajante. Uno iba a pie por la Sexta y cada 100 metros era una fija que se topaba con una ventanita que emitía un taladro en cuatro cuartos en batería, hi hat redo bombos y platillos insufribles y cada 10 o 12 una eléctrica sonaba seguro para bien o para mal. Sólo a medida que se remontaba el Sur empezaba paulatinamente a ganar la sonorización del ambiente haciendo oír el tuc-tuc del cencerro de los DJs de facto del medio urbano el invasivo arte tropical de combinar los sonidos: notas y ruidos.