"lAs CaLuMnIaS dE pUtA cIuDaD pErTeNeCeN aL pUeBlO"


jueves, 29 de octubre de 2009

salyvación

(Sobre Facebook segunda parte)




[face-bush]


por Sebastián Vega



i




¿Dónde está el placer? En la saliva. El placer es -quizá junto con el deseo, sino son lo mismo- un elemento salvífico y vivificante; en consecuencia -como lo expresara “la colorada”- es quizá la principal huella que se desprende de todo acontecimiento pleno en salivación. Deseo y salvación -más vega que Bataille- se concurren del mismo modo en que aquello que deseamos nos hace salivar -Cf. dibujos animados y otros estereotipos; viejo baboso-.

De la salivación a la salvación no hay más que una “i” de distancia; que aunque comporte cierta semejanza con la “i” de la red no es más que el palote donde encontramos otro hombre en su corporalidad -yo-encarnado- y por ellos mismo; no es “i” sino es griega, es la “Y” del hombre que extiende sus brazos y que espera estrecharlos en otros.

La “y” es la conectiva por excelencia donde dos se enlazan y se confunden -tomando mate o copulando- como lo sugiere el recorrido de sus tres extremidades.

Es curioso sospechar que el “yo” está antecedido por -la “y”- una huella de interacción subjetiva y concluye con la marca del aniversario; la “o” signo de compromiso en repetición y diferencia -¿espacio temporal?-.


ii



En el caso de facebook quizá debamos pensar que el placer no se encuentra en la forma viscosa y húmeda -de la saliva- sino bajo la forma que le dieron los utilitaristas -ingleses y americanos- ; para quienes el placer se identifica con la ausencia de dolor.

Esa podría ser la virtud del mundo virtual la ausencia de dolor -la ausencia en todas sus expresiones- ya que ante cualquier amenaza o el menor temor siempre me es posible desconectarme. La virtud de facebook es que nos desconecta.

Entonces el placer que podríamos encontrar en la red es tener la ventaja de estar ausentes; no sentir, no pensar. Postergarse -si total, todo es virtual...-. Hay cierto confort irrenunciable. Cierta indolencia. Placer -Quien sabe sino cada uno-. Amen de la necesidad -mercantil aunque también existencial- de ser reconocido o deseado.

“Yo” -si de esto se trata- prefiero escribirme en “tu” cuerpo antes que en éstas “cinco” palabras más.