"lAs CaLuMnIaS dE pUtA cIuDaD pErTeNeCeN aL pUeBlO"


jueves, 22 de octubre de 2009

MEENDIOSAN




DESERTIKÓN



Antología y de poesía y narrativa mendocina contemporánea


Eloísa Cartonera - 2009


Prólogo



Hay que mirar al libro como árbol si y sólo si se necesita desesperadamente una sombra bajo tanto sol desértico. En una aldea del farwest argentino, se convoca –mediante gritos, humo, migraciones de pájaros- a poetas, cuentistas, patógrafos, en fin, sedientos de literatura en general: target sinuoso sin duda, pero que implicaba un haberse mandado alguna en el pueblo, cierto no haberse quedado en casa... Con pala y pica de alquimista y chupayas de lector herbolario, se empiezan a seleccionar no tanto raíces subjetivas, nervaduras estilísticas o frutos maduros, como semillas multisensoriales, texturas vivientes que conecten (al texto) con la lengua, el cuerpo, la política, el deseo y la cultura, de modo que con ellas nos sea posible hacer llover en medio de la sequía: chamanismo urbano, conjuro político contra la sed. Ah, el problema de las literaturas marginales: soledad, aislamiento, polvo costumbrista, estupidez flaubertiana, el artista como lugarteniente o pelotudo número uno.
Esta antología no es, claro, la que cada alquimista-herbolario –incluido el lector- hubiera sostenido con su sola firma, pero sí una que viene a traer, por primera vez en décadas, el futuro de una literatura otra de Mendoza (y de Argentina). Una mansa literatura de frontera, oblicua, “border”, en el sentido de que su práctica –excéntrica, gozosa, ardua- y su distribución se urden al margen de las instituciones políticas, los criterios mercantiles y los ámbitos de recepción de la patética “cultura oficial”. O sea, no hay hoja de esta antología que haya sido escrita desde –o para- ningún poder. Por eso mismo, quizá, todas juntas producen no sólo la misma lluvia que las hará seguir creciendo fuera de la encuadernada fronda: también logran que goterones de tierra sísmica suban hacia el cielo abierto de las lecturas remotas. Hipertelia de la letra colectiva: ¡llueve hacia arriba!
Un árbol, en el desierto, imanta con sombra. La de este libro es transparente y húmeda, para que la mirada viaje por la distancia del presente.


Gastón O. Bandes



Me preguntaba qué podría hacer yo por ustedes,,, a falta de ocurrencia mejor, les cuento una historia.
¡Oh, Casa de imprecisos muros!
Al comienzo la discusión giró entorno a cómo justificar la antología o, más precisamente, la selección que ésta presupone. Podía ser un tópico o un criterio. No se encontró ni una ni otra cosa.
Entonces –muchos días transcurrieron- se optó por el consenso entre un grupo de invitados.

En la inesperada mañana –tras merodear la Casa- se nos convida participar en la condición del invitado.
Luego se leyó. Y luego se votó.
Esto es el consenso directo entre seis invitados.
El consenso no siempre fue unánime.
Antes, mucho antes, se habló del año dos mil, de las intervenciones urbanas, de la ruptura con los paradigmas provinciales, del ajornamiento, del estudio, del estudio de los contemporáneos, de la no identificación con tradiciones locales, etc.
Ahora es esto.
Nos une -al entrar en la Casa- la común condición del invitado.
Una antología es siempre un recorte arbitrario. Hay arbitrariedades valientes y consecuentes y otras cobardes y condescendientes. El arbitrio de esta antología se ejerció desde la común condición no poderosa del invitado.
Ningún invitado gestionó su entrada, de manera que –al permanecer en la Casa- nos une la común condición sin más salvaguarda que la de nuestros dispares dones.
(Un prólogo –a mi juicio- debe favorecer la lectura posterior, estos datos –al tiempo que encuadran el trabajo- pretenden ese cometido).
¡Oh, Casa! ¡Oh, Local lengua!


Darío Zangrandi



-Como un mandala le dije esa noche a M., porque, corte que somos seis, juntándonos una vez por semana, desde septiembre. Arrimando escritos nuestros y de otros, textos, poemas; y claro: la moneda para comprar unas cervezas o un vinito, en algún quiosco por ahí. Leyendo;... y hablamos: bocha de cosas ,y hablamos mucho ,con deleite, sedientos; íbamos por el trayecto alternante al sopor y la severidad insaciable del paisaje; que han definido la identidad de esta ciudad con nubes agoreras de la academia o los gusanos de una cultura colonoregional.
Antologogente que media comunera; y con la cartonera oportunidad ahí , claro. Qué mansas noches ! : atinando o no, pero pillos a la hora de elegir el contenido del envasado. Y a veces E. nos cocinó pastas. Una tarde de sábado L. hizo un asadito… , ese día :manso calor loco. Otra vez en el auto de D. todos fuimos a comer pizza hasta la casa de G., que después como a fines de marzo y en la mesita del Bar Babylón, dijo: - Esta antología chicos; vieron no!?no hay nadie que ejerza poder. ninguno tiene un poder total. Y, corte que no sé ; a mi me gustó ( el poder todo lo empobrece y aquieta); me lo tomé para el lado que en esas juntadas, hubo por ahí un nosotros como deseo anhelante,… un inminente espejismo al medio de la calle; sucia de papeles y envases vacíos y caras de turistas diciendo:- ya paso el desfile ?!. Un desafiar la desidia e inquina que nos viene empobreciendo más, y a full, a este destino provincial, de borde, de frontera.


Claudio Rosales




Cuando veo una muestra colectiva de artistas plásticos contemporáneos tengo como método observar detenidamente los cuadros antes de ver el nombre del autor, esto me da una visión más directa de la obra, me permite evaluar los efectos que producen en mí sin la contaminación que supone conocer con anterioridad el trabajo del artista.
En esta antología el proceso fue todo lo contrario, pero la idea fue lograr la misma impresión final, ver cada texto como un objeto artístico bien realizado, pensado como una obra de arte en si misma. Lo difícil fue tratar de consensuar una visión única entre todos los participantes de este proyecto, que al final no conseguimos. Como curadores con criterios muchas veces diferentes logramos una muestra democrática. Al momento de seleccionar, cada texto fue analizado desde distintos ángulos, hubo largos debates que sólo pudimos resolver a través de la votación, aunque al principio esta metodología fue lenta y trabada tuvimos la capacidad de transformar nuestras discrepancias en una sumatoria de voluntades.


Leonardo Pedra




Escribir un prólogo como traición nunca venganza.
Como dice Facundo López en uno de los poemas no incluidos en ésta: “que vivamos en traición, nunca en venganza”
La cuestión de lo de afuera, de lo dea dentro, y dios oh dioso, de los límites que no aplican ni apelan, pero molestan el hágase desbordándose.
La traición es acción, la venganza, reacción.
Con que: en el haciéndose hubo Ensayos, amplios, blandos, inesperados, Traiciones a la tradición y el escepticismo, la Hiperlegibilidad de la experiencia cutánea, y mucho Explota-explota-que-expló, explota nuestro corazón. Agüita y azúcar en la olla de campaña de ésta, la escuela del pedemonte.
A por la jalea dijimos, alegres como abejas zumbonas.
El profesar directo, sin rebotes /ensimismada/: la lengua al mismo tiempo, sin antenas /babélica/.
¿Corazones como bombones? ¿Ricos? ¿Sabios? Cosas que te jalan, otras sólo se jalonan. Fichas del apetito y no del hambre a fin de cuentas.
Haremos lo que pudimos, todo lo dicho podrá ser tachado de… jalea al fin, nuestra jalea.



María García



Hay un desierto. Pero tampoco tendría sentido decir que estoy en el desierto... ese desierto no es trágico ni está deshabitado, sólo es desierto por su color ocre y su luz, ardiente y sin sombra. En él hay una multitud bulliciosa...*
De las muchas líneas que atraviesan, de un texto a otro, esta antología, la experiencia del desierto conecta este viaje por 25 escrituras muy diversas. Sin contar con un mapa previo, el único modo de saberlo era salir a explorar el territorio propio con una horqueta de rabdomantes, aguzar el oído a las vibraciones, y entonces aparecen aquí napas subterráneas, allá un río o manantial, y en la superficie, dispersos, cactus que rinden su trago amargo, toda una vegetación enrevesada y espinosa que guarda durante años, como en un relicario, su pequeño y altivo corazón de lluvia. Y todo eso es bueno para la sed.
Desertikón, decimos de este sitio que ya no es la palabra del enemigo, que inmoviliza al asignarnos una identidad determinada en esa borradura nacional -la conquista del desierto, se decía con violencia de algo que estaba lleno de poblaciones con sus cultivos, su flora, su fauna, sus civilizaciones, su arte, sus lenguas. En la torsión irreverente de la palabra, aparece nuestra área encantada de registro, donde se inscriben múltiples nuestros trazos: todo está por decirse desde esa suerte de página en blanco. Que tampoco está tan blanca, vamos.
Desde acá escribimos, contra la aridez de políticas culturales abocadas exclusivamente al próximo guión de la Fiesta de la Vendimia, mientras la marca registrada de la S.A.D.E. entona loas al vino del turista en un paisaje folk hecho de retóricas ya cristalizadas. Al mismo tiempo, una Facultad de Filosofía y Letras controlada por el catolicismo siniestro -cómplice de la dictadura y sicaria del neoliberalismo- conserva sus momias de lenguaje por deshidratación a secas. Sumemos los espejismos de actualidad de una prensa servil a las mafias mediáticas, y pará de contar.
Demasiados años de sequía: nos precede una antología editada por Colihue, en 1991, con fines pedagógicos, y una antología temática de Alfaguara, organizada según criterios regionalistas: Mitos y leyendas cuyanas, de 1998. Entretanto, en las calles, en los bares, la multitud bulliciosa iba haciendo sentir sus voces. Esta antología que está ahora en tus manos, lector, sale de nuestro deseo de dar cuenta de esa movida, que excede el marco del regionalismo: latinoamericana por derecho de lenguaje, desertikón entra en la zona de confluencia de ese margen con el que Eloísa Cartonera construye su catálogo. Escrita para ningún poder, desde ningún poder, es la afirmación gozosa de un poder-hacer, poder-decir aquello que cada texto localiza: conexiones muy particulares con el cuerpo, la política, el deseo, el paisaje: otros recorridos ahí, donde se tejen nuestras micro-historias.
Un mapa posible: nada más lejos del trabajo de Eloísa Cartonera como editorial, y del nuestro como antólogos, que intentar erigir un monumento de o a la cultura, porque, como decía Artaud, “No me parece que lo más urgente sea defender una cultura cuya existencia nunca ha liberado a un hombre de la preocupación de vivir mejor y de tener hambre sino extraer de aquello que se llama cultura ideas cuya fuerza viviente es idéntica a la del hambre”.
Antes bien, de las más de sesenta escrituras que acudieron al llamado, éstas son las que imantaron, de un modo u otro, nuestras varillas de rabdomantes. No es una antología exhaustiva, no se trata, entonces, de la clausura de un conjunto, sino de echar una mirada en ese espacio que nos decían desierto, para establecer ahí nuestro campo de juegos, abierto a los horizontes de la escritura por venir, la que deseamos.



Eugenia Segura



* Citado por Deleuze, Mil mesetas, Valencia, Pre-textos, 2006, p. 36