"lAs CaLuMnIaS dE pUtA cIuDaD pErTeNeCeN aL pUeBlO"


jueves, 22 de octubre de 2009

APOLOGÍA DE LA SALIVA





Por Sebastián Vega




i

FACEBOOK es un fenómeno contemporáneo. Una -segunda- naturaleza para los pocos que se erigen en totalidad. Una práctica de escisión. Donde se articulan lo individual y lo colectivo, lo subjetivo y lo objetivo, lo privado y lo publico. Un lugar donde llegar y partir o habitar y circular -La Estación-. Un coágulo de efectos de poder o de economías del deseo -Foucault y Bataille- donde nosotros los usuarios nos elegimos y nos constituimos. Nos hacemos algo y hacemos algo a los demás y al mundo -Sartre y Honneth-.

Facebook es un cuerpo. Desmembrado. Pero funcional. Dónde. Dentro y fuera. Se esfuminan. Facebook es tu cuerpo. Y soy yo -impotente- estrechándote entre mis brazos pero sin brazos y sin cuerpo. Sin vos. Allí -en internet o en un blog, quizá también en la video llamada- no hay rastros de nosotros, sino cada vez más un “tu” y un “yo” que tampoco llegamos a ser. La mayor parte del tiempo yo no soy como la foto lo muestra o como mis palabras me ocultan. Soy otro.


ii

Junto con la Srta. Lario, en torno a la diferencia genérica, decretamos que la feminidad y la masculinidad se problematizan y se resuelven en cuestiones de espacio-tiempo. Feminidad es sinónimo de “tetas” y masculinidad de “aguante” o capacidad de sostener una acción cuyo final es siempre una eyaculación-precoz.

Cinco centímetros o cinco kilos más de tetas marcan la diferencia y nos afirman como mujer. Es por esto que las niñas como los putos reclaman el derecho de tetas y escote que nos permita entrar al boliche o detener el colectivo y que nos posibilite salir exitosos cuando enfrentamos a alguien, cuya habilidad, técnica y dedicación es igual o mejor que la nuestra -Cf. televisión o cualquier esquina-. Esos “cinco más” es algo que le falta a mi cuerpo. Y es la materia -espacio- con la cual intento completarme.

No encontramos un análogo a la teta para la masculinidad aunque “cinco más” de pene, espalda o auto sea algo que nos favorece. Quizá porque la teta es de pública exhibición sin dejar de ser una propiedad privada. Gozar su contemplación es tan trivial como censurable su tacto en público -allí se privatiza-. Parecería que la teta se encuentra entre el pene y la espalda -al menos en Francia-. El pene tiene una menor exposición pública que la espalda y un goce visual restringido. Su tacto es punible. Mientras que el tacto y el goce de la espalda se vuelve trivial. Parecería tanto que el pene como la espalda no acceden a la faceta pública y privada de manera dual como lo hace la teta, sino que se resuelven y problematizan, solo, en su privacidad o su publicidad respectivamente -Esto es particularmente claro en relación a nuestros prejuicios y el funcionamiento de las instituciones-.

Cuando enfrentamos a alguien, cuya habilidad, técnica y dedicación es igual o mejor que la nuestra, nosotros, los machos de la especie, no encontramos teta que nos ampare. El éxito es una cuestión de tiempo. De Aguante -Eficacia y eficiencia en clave empresarial-. Tanto en la cancha de fútbol, nuestra formación académica, o en el sexo; será exitoso aquel que tenga lo necesario para permanecer más tiempo en pie. Cinco minutos más marcan la diferencia que nos afirma como hombres -los demás son negros, putos, o nenas-. Es por esto que desde temprana edad -también mujeres y putos- vamos al gimnasio, tomamos viagra y estudiamos arquitectura. Cinco minutos más de aguante es lo que me falta y no sólo para tener unas mejores abdominales sino un mejor rendimiento en todo. Para ser mejor. -¿Más autónomo?- Esos “cinco más” son el tiempo en el cual intento completarme.

La tensión que se da entre espacio y tiempo nos permiten advertir como cada vez más la mujer se comporta como una cosa y el hombre como un trabajador -alienado- al extremo de hacer que la inversión de géneros sea sencilla; si ella es aguantadora -trabaja alienadamente- es un hombre, y si él es tan bello como inútil es una mujer o una cosa. Es por esto que ella se jacta de su carrera profesional y de trabajar y aun así, tener tiempo -cosa de hombres- para maquillarse y amamantar sus hijos -una cuestión de cosas y glándulas mamarias, respectivamente-. Él, en cambio, le cede su tiempo, y lugar, al color de su indumentaria y al ocio; incluso podría pretenderse artista por el afán de engendrar. (Pero) Hay quines producen más que él -más fecundos y viriles- y por eso; ellos o nosotros, ya no somos buenos ni para el matrimonio -no hablaré de probetas ni de vibradores-.

Matemáticas putas. He bautizado “puto” al tercer genero o a los géneros restantes alternativos a la tradicional y perimida distinción entre masculino y femenino, sin entrar en mayores especificaciones. He bautizado “matemáticas” a esa zona fronteriza que determina lo masculino y lo femenino; los “cinco más” espaciales o temporales donde uno y otro, por un lado, nos construimos como del sujeto -de un genero diferenciado- y por otro lado; nos objetivamos dándonos a conocer a través de los efectos económicos de aquello que hacemos -Foucault, Bataille, Sartre y Honneth-.

Curioso es advertir que el componente matemático desplaza la tensión entre los géneros a lugares donde prima la individuación -no a partir del reconocimiento intersubjetivo sino- a partir del número mismo. El número incrementa la insatisfacción del individuo. Ni tango tantas tetas ni aguanto tanto. Ahora bien: ¿para que cinco más? o ¿a pedido de quien?


iii

No obstante aquellos “cincos” de espacio-tiempo de los que carece el cuerpo ahora los encontramos en facebook. Cinco fotos, contactos o comentarios recientes son los que nos permiten afirmarnos como individuos. Como objetos. Ahí el espacio y el tiempo que antes nos daba la posibilidad de encontrarnos -interactuar subjetivamente- nos distancia a través de escisiones y fantasmagorías. La mediación del mundo virtual. Desde los encuentros donde nos poníamos en juego dejando incluso hulla en el cuerpo nos desplazamos a una zona donde el encuentro, todo hacer, y el cuerpo mismo son virtuales -carentes de virtud-.

Es trivial explicarlo pero soy mi cuerpo y sus huellas son mis huellas. El cuerpo es algo que no puedo poseer por completo. Ni es absolutamente mío ni puedo -yo- permanecer indiferente frente al cuerpo, propio o ajeno. Tanto mi dolor de muelas como el tuyo o un cuerpo desnudándose por la acción de otro cuerpo son algo que nos sobra y que nos falta respectivamente pero que según el caso es susceptible de constituirse en un acontecimiento -bise-.

Ahora bien en facebook esta distancia entre el cuerpo y el yo se incrementa exponencialmente. El yo -encarnado- se fractura y se fragmenta. Se difumina en una multiplicidad de fragmentos -primero por imágenes- en la foto del perfil -ni en ese detalle podemos estar de frente uno contra el otro- o aquellas fotos que configuran un álbum, -segundo en relación la escritura- lo que estoy “pensando” o lo que comento sobre los demás -o ellos sobre mí- y -tercero- según el grado de accesibilidad donde privacidad y publicidad son cosas inversamente proporcionales.

Todos estos fragmentos que se conservan entretejidos por la red sólo descubren y encubren uno de los aspectos de la fractura, es decir, describen el yo-virtual, pero sólo desde ciertos aspectos que podríamos llamar espaciales -femeninos-. Falta entonces el aspecto temporal -masculino- el cual está cronometrando constantemente las últimas actualizaciones del yo-virtual. Se debe atender a la fecha en que creo el espacio -y cada fragmento del mismo- y el instante preciso de las ultimas modificaciones u operaciones propias y ajenas -esta línea se escribió hace 0.23 segundos-. Esto nos obliga de algún modo a permanecer lo más posible navegando -aguantando- ya que es inconcebible que estando por ingresar a octubre no hayamos publicado nada sobre el día de la primavera o del profesor y el estudiante o el brusco cambio de clima de ayer o de nuestro ánimo y lo mucho que maduramos tras el almuerzo -Somos únicos, igual que cinco millones de usuarios más-.

Detrás de este enjambre espacio temporal la ley de los “cinco más” se impone implacable. Siempre nos falta cinco pa’l peso, es decir, no tenemos las tetas suficientes y nos hemos retirado precozmente -del mundo virtual-. (¿Del mundo?) El mundo virtual -como el literario- incrementa exponencialmente nuestra impotencia ya que detrás o más allá del mundo virtual encontramos la densidad del yo-encarnado y los efectos de poder o la circulación del deseo queda restringida a la red o debe primero modificarnos a nosotros, a los demás y al mundo virtual para luego incidir, intervenir, acontecer en el mundo no virtual. Hay una suerte de tensión, una fisura fantasmal, entre el yo-encarnado y el yo-virtual. Una nueva forma de esquizofrenia. La dificultad de armonizarnos con facebook. La ventaja de no estar en ninguna parte, parapetado en la ausencia, sin tener que poner el cuerpo, sin hacer nada más que disimularse, disimularnos, por facebook, atrincherados en el mayor numero posible de objetos. Soy mis fotos, los contactos -que tengo- y los comentarios recientes. Así me individualizo. En un manojo de cosas inertes. Me abandono y te abrazo.

Deseo. Reconocerme en la mirada de tus ojos, no en tus ojos, no en escritos-especulares o espejos de escritorio. No en fantasmas o escisión. Reconocernos. No virtualmente. (sino) Con la piel. En la saliva. En el sudor por imperceptible y tenue que sea. (deseo) Condensarnos en un beso. Desgárranos el “yo” y el “tu” para ser nosotros, tomando mate o copulando, no importa -en ambos casos hay que defender la saliva-. No renuncio al más esporádico o rutinario y al más respetuoso o tendenciosos de los abrazos ni por las “cinco” fotos, contactos o comentarios recientes que me acaban de llega y me obligan a dejarlos...




-28 de septiembre de 2009-