por Juan Carlos Gómez

El Pato Criollo y el Orate Blaguer son dos gombrowiczidas ilustres que tuvieron conmigo una muy buena predisposición desde el mismo comienzo de nuestra relación, luego las cosas fueron cambiando.Hace ya algunos años por razones completamente desconocidas para mí me vinieron ganas de mortificarlos a los dos al mismo tiempo y se me ocurrió mandarle una carta al Pato Criollo en la que le decía que el Orate Blaguer tenía las facultades mentales alteradas, y al Orate Blaguer otra en la que le decía que el Pato Criollo era un bartolero, puse en el sobre del Orate Blaguer la carta del Pato Criollo y viceversa, en el sobre del Pato Criollo la carta del Orate Blaguer, y acto seguido los mandé por correo. El Orate Blaguer se enojó y no me escribió más.La reacción del Pato Criollo en cambio fue benévola, me pareció entonces que el Orate Blaguer era un ser más limitado y el Pato Criollo una persona de un panorama más amplio.A decir verdad el Pato Criollo jugó un papel muy importante en la publicación de "Cartas a un amigo argentino" y de "Gombrowicz, este hombre me causa problemas", habiendo actuado en el primer caso sobre la Hierática para la publicación de Emece y en el segundo sobre el Negroide Piquetero para la publicación de Interzona. La verdad es que el Pato Criollo estuvo presente con su ciencia infusa y sus poderes mágicos en las dos únicas ocasiones en las que los editores tradicionales se ocuparon de mí.Y no sólo se puso a mi disposición para alentar mis aventuras literarias sino también para aclararme algunos enigmas que desde hacía tiempo no podía resolver. En efecto, una historia uruguaya que Gombrowicz cuenta en los diarios no estaba del todo clara por lo menos para mí así que le pedí al Pato Criollo, que pasaba unos días de vacaciones en Montevideo, una versión montevideana de lo que había ocurrido realmente. Enigmático como de costumbre me mandó unas líneas con una foto: "Un recuerdo de Montevideo para mi querido Goma"Esta historia uruguaya estaba colgada de alfileres, formaba parte de esa clase de relatos en los que no se sabe cuánto hay de cierto y cuánto es producto de la imaginación, y es más o menos así. Gombrowicz y el Asno hacen un viaje a Montevideo y van a una conferencia que da Dickman en la Asociación de Escritores. En la sala flota el aire de la cortesía, la banalidad y el aburrimiento. Paulina Medero preside la sesión: –Tenemos el honor de tener entre nosotros al señor Gombrowicz a quien saludamos; quizás quiera decirnos unas palabras; –Bien, Paulina, pero de hecho ¿qué es lo que he escrito? ¿Cuáles son los títulos de mis obras? Dickman acude en auxilio de Paulina: –Yo sé, Gombrowicz publicó una novela en Buenos Aires traducida del rumano, no, no, del polaco, "Fitmurca"... no, "Fidefurca". Se produce entonces un malestar generalizado. Termina el acto y Gombrowicz estampa en el libro de la Asociación su firma, tras lo cual se lo pasa al Asno para que lo firme también. Esto vuelve a provocar inquietud entre los asistentes porque el Asno está en la edad del servicio militar y todavía no tiene pinta de literato.De ahí se fueron con Paulina y Dickman a un restaurancito que se daba aires, en el que los poetas habían preparado un banquete para homenajear a un profesor. Se levantan los poetas y las poetisas y sueltan poemas en honor del profesor. Cada uno de los cincuenta poetas presentes tenía que pronunciar su poema de homenaje. Gombrowicz llama al mozo, pide dos botellas de vino y empieza a tomar. Le llega el turno a una poetisa grasienta y barrigona, se levanta de un salto, mientras balancea el busto de un lado para otro y agita los brazos, emite manojos de rimas nobles. Gombrowicz no aguantó más y lanzó una carcajada tras la espalda del Asno, que también soltó una carcajada pero sin ninguna espalda que lo protegiera. En medio de miradas indignadas se levantó el laureado para soltar su discurso, Gombrowicz y el Asno aprovecharon la oportunidad y ahuecaron el ala.Del aspecto que tiene el Pato Criollo debajo del nombre de una calle de Montevideo que es igual al mío no pude deducir ni la verdad ni la falsedad de esta historia que cuenta Gombrowicz en los diarios del año 1960.El Pato Criollo había quedado deslumbrado con las cartas que me había escrito Gombrowicz y un lustro después de la publicación de "Cartas a un amigo argentino", no sin cierta renuencia, animado por ese entusiasmo prologó "Gombrowicz, este hombre me causa problemas", un libro en el que se hacen reflexiones sobre el "Diario". Las cartas que me escribió Gombrowicz y su "Diario" inspiraron entonces al Pato Criollo para escribir unas cuantas páginas sobre Gombrowicz, un verdadero problema del que no salió del todo indemne, un poco por su propia culpa y otro poco por culpa mía.El prólogo del Pato Criollo resultó de acuerdo a como es su estilo un tanto enigmático, y a pesar de los ruegos reiterados que le estuvimos haciendo durante un cierto tiempo tanto yo como mi propia familia, no hubo caso, no supo no quiso o no pudo cambiarlo, mejor dicho, le cambió algunas palabras pero el resultado fue el mismo.En un almuerzo que tuvimos para celebrar el fin del año 2003 y la conclusión del prólogo el Pato Criollo me dijo mientras me lo entregaba: –Me parece que este prólogo le va a traer algunos contratiempos a nuestra amistad. Y así ocurrió momás.La última novela del Pato Criollo tiene algunos pasajes realmente gombrowiczidas. En "Las aventuras de Barbaverde" el Pato Criollo piensa en Rosario. Esta ciudad tiene para él algo de mágico y de raro, y tiene también una fuerza magnética que lo inspiró para escribir una novela a la que dio en llamar "Los misterios de Rosario".Todo comienza y termina en la ciudad de Rosario, en la que un periodista joven recibe el encargo de entrevistar al señor Barbaverde hospedado en el Hotel Savoy y cuyo rostro nadie jamás había visto, un verdadero representante del bien que intenta detener los diabólicos designios del representante del mal por excelencia, el malvado profesor Frasca que se propone dominar al mundo desacreditando el poder del señor Barbaverde haciendo todo lo posible para que nadie lo tome en serio. Obedeciendo las órdenes de Frasca aparece un salmón de grandes proporciones sobre el cielo de Rosario, mientras otros fenómenos también perturbadores atentan contra el orden del cosmos: aparecen juguetes que se transforman en personas, personas que se desprenden de una pantalla, las pirámides de Egipto se multiplican y avanzan por el desierto... un gran desorden hace peligrar a la humanidad.El tremendo volumen del gran salmón lo hace visible desde cualquier parte de la tierra, había surcado la inmensidad del espacio a la velocidad de la luz con el propósito de estrellarse en Rosario y con la intención de destruir el mundo, justo enfrente de esa ciudad que Gombrowicz despreciaba olímpicamente por su monstruosidad pero que el Pato Criollo amaba tanto.Yo creo que el propósito del malvado profesor Frasca hubiera entusiasmado muchísimo a Gombrowicz, no así al Pato Criollo que le opuso la voluntad del representante del bien, el señor Barbaverde, para que no realizara el mal en Rosario y tampoco en la tierra.En todo caso, para presentar "Las aventuras de Barbaverde" el Pato Criollo viajó a España e hizo declaraciones a los periodistas tan melancólicas como paradojales, mientras se encaminaba a la editorial Mondadori para encontrarse con sus colegas de letras de molde."La literatura comercial debe tener como condición ineludible una completa sinceridad, pues si hay una gota de ironía el lector lo huele de lejos y deja la novela. Ésta es la razón por la que mis libros fracasan totalmente, pero ya estoy resignado a eso (...)" "No es mi intención reírme del mundo, no sé bien para qué escribo, pero sería más bien para una exploración de mi mismo, para entenderme y para entender mi vida (...)""Se me acabó la cuerda, como lo que hacemos los escritores no tiene un fin práctico, las ganas que tengo de escribir se me están terminado, son muy volátiles"El grado de indefensión que expresan las declaraciones de este hombre de letras tan encumbrado es equivalente por su debilidad infantil al aspecto que tiene en la foto sentado en una bañadera.Sin embargo yo estaba verdaderamente deslumbrado con la capacidad que tiene el Pato Criollo para inventar cuentos, novelas y reflexiones de cualquier especie, al punto que empecé a soñar con él.En sueños se me aparecía como un pájaro cuya verdadera naturaleza no alcanzaba a precisar, pero es seguro que estaba actuando sobre mí una curiosidad a la que se refiere Gombrowicz cuando entraba en contacto con otro escritor y que me hacía ver al Pato Criollo como un rival.Eran sueños confusos, como lo suelen ser la mayoría de los sueños, me atreví entonces a consultar al doctor Cesar Rodríguez-Moroy Porcel, un terapeuta de gran renombre entre los hombres de letras especializado en el tratamiento de las neurosis y de las psicosis literarias, a ver si con su ayuda podíamos darle una forma más clara a esos sueños. Después de un par de sesiones el pájaro, aunque todavía misterioso, adquirió una magnífica claridad a la que sólo me atrevo a presentar como un adjunto, pues es la representante de una verdadera sublimación.