"lAs CaLuMnIaS dE pUtA cIuDaD pErTeNeCeN aL pUeBlO"


domingo, 29 de marzo de 2009

MARY CONVIRTIÓ LA REALIDAD EN UN




Me lo había prometido y lo dijo. Después de un tiempo prudente, me presentó a su hermana. Hilda, dijo. Hilda se parecía apenas un poco, la nariz, las grandes caderas de guitarra. Pero pará me dijo, vení vení dijo mirando para la puerta lateral y apareció otra mujer caderuda. Esta es María Sol; es la que le sigue. Yo, no sé por qué, había imaginado que tenía una sola hermana, y no sé por qué lo había imaginado, no sé por qué me detuve un momento a imaginar eso; en realidad no me detuve; la imaginación tiene eso, trabaja en marcha, sobre la marcha, y de forma silenciosa a lo largo del día: la vida es un continuo alucinatorio olvidado por la irrupción permanente de la realidad. María Sol tenía la nariz más recta pero tenía los mismos ojos y más evidenciado un cierto gesto típico en ella; una cierta y deliciosa torcedura de la boca en la sonrisa, en la exquisita sonrisa. Y tenía su misma altura. Marisol es la que le sigue a Hilda, dos años mayor (Ah, pensé o dije), y estas son las otras, y empezaron a aparecer dos cuatro cinco mujeres, cada una más parecida a ella: Romina, la tercera de atrás para adelante, tenía el pelo bien negro, a diferencia de ella y sus hermanas (unas incluso rubias) y era bien flaca; pero en el resto, aunque a primera vista parecía hermana del vecino, no de ella, era igual. Laura, te presento (un año más vieja que Romina y cuatro más joven que ella), Pauli y Pipi, las gemelas, y Betina, las fue mostrando por orden de aparición, orden de aparición invertido digamos, y cada una increíblemente era cada vez más parecida. Ya Betina era casi igual, apenas menos lacio el pelo, una voz diferente quizá, y el resto de las diferencias era nada, o sólo la ropa, ya que ésta se mandaba la parte de teenager póstuma en el look despojado. Pero era como igual. Mi sorpresa era inédita. Nunca le había preguntado nada sobre su familia. Ella me había hablado en un par de ocasiones de sus padres (los detestaba), pero jamás de sus hermanas, todas parecidas, y en fila india. Desde el lejano aire de familia de Hilda hasta el parecido desconcertante de Betina obligado a la simulación indumentaria, que quizá esa fuera la causa de su “onda” tan evidentemente diferente. Faltan mis dos hermanas más grandes dijo para sumar a mi asombro y volviendo de la cocina con la pava en la mano mientras (casualidad o teatro del Genio Maligno) sonaba el timbre y Pauli abría la puerta que dejó aparecer en el marco de una estela mística de luz entre celeste y amarilla a una mujer en abstracto cualquiera y en concreto fuera de toda posibilidad: Mary. Mary dijo y yo me desvanecía invisiblemente; Mary es la mayor, me lleva dos años. Mary convirtió la realidad en un texto: era más parecida que ella. A saber: era más parecida que ella a ella, y eso era evidente. Si Betina había coronado un orden de similitudes progresivas, Mary había convertido la realidad, el documento, en este texto: no cabía ninguna duda, era, ontológica o lo que sea, una evidencia incontrastable: era no la más parecida, esa era Betina; era más parecida a ella que ella misma. Mary es la segunda. Roberta, la primera, murió cuando tenía mi edad, hace cinco años.





Mirna Arronis


(de "Tergiversando bien y pronto", Ediciones Del Trinche 2007)