"lAs CaLuMnIaS dE pUtA cIuDaD pErTeNeCeN aL pUeBlO"


martes, 10 de marzo de 2009

EL SUICIDIO


por Juan Carlos Gómez




Cuando yo le pedí al Pato Criollo que me recomendara la lectura de uno de sus libros, pero que no me fuera hacer la del Niño Ruso que cuando tomó contacto conmigo me mandó desde México tres libros dedicados, al Pato Criollo no le pareció bien.
"Me acertaste en un punto sensible con tu pedido. No debería asombrarme porque vos sos de los que ponen la bala donde pusieron el ojo. Como esos arqueros zen que encuentran el centro del blanco con la punta de la flecha en la oscuridad. Y yo querría más que nada preservar tu oscuridad, para que sigas acertando. Es un poco injusto pedirle infalibilidad a nadie, aunque sea un polaco (además, vos no llegás a tanto), pero dejame seguir con la ilusión. En todo caso, podríamos postular una forma nueva de infalibilidad, llamémosla ‘polaca’, la de los que aciertan hasta cuando se equivocan. Asi que: mejor no. Aprovechá que no sos polaco y atenete al argentino ‘preferiría no hacerlo’. La literatura, por suerte, no es obligatoria. No la hagás descender al nivel de la televisión (que sí es obligatoria) inventándote razones"
El trayecto que recorrí leyendo libros del Pato Criollo fue corto, terminó cuando leí "Yo era una chica moderna"
"No sé cómo decírtelo, pero te lo tengo que decir igual, cuando llegué al Gauchito ya no pude leer más. No te enojés, es un problema mío, yo soy un hombre chapado a la antigua, un mundo como el de "Cosa de negros" de Cucurto o el "Yo era una chica moderna" de tu puño y letra, me resulta totalmente ajeno. ¿En qué tipo de gauchaje andará el mundo cuando tu mundo sea un mundo chapado a la antigua? (...) No te olvidés que tengo más cartas de Gombrowicz, las argentinas, portate bien, dejate de escribir chanchadas, sé un muchacho alto y buen mozo como me decía mi mamá cuando quería que le alcanzara algo, y vas a ver que te voy a mandar las cartas argentinas, como te mandé las europeas"
Este asunto de escribir chanchadas me llevó, no podía ser de otra manera, al proyecto veintiañero de Gombrowicz de escribir una novela mala.
Para alcanzar este propósito se dispuso a escribir una novela buena para las masas, asunto que se le presentó como más difícil que escribir una novela de un nivel más elevado.
Escribir una novela buena para las masas no significaba en absoluto escribir una novela accesible, interesante, noble e impregnada de cultura como las de Sienkiewicz, sino escribir una novela con lo que las masas experimentan en realidad, penetrando sus instintos más bajos. El que emprendiera esta tarea debería liberar su imaginación más sucia, turbia y mediocre, quitarle las cadenas a la conciencia oscura y baja.
Este pobre concepto de las masas tenía más que ver con el miedo que con el desprecio.
La intelectualidad polaca estaba amenazada por el primitivismo de la masa mucho más ignorante y terrible en Polonia que en otros países de cultura superior. En aquellos años al dirigirse a los de abajo el escritor escribía desde arriba en la medida que su cultura y su buena educación literaria se lo permitía.
Pero el proyecto de ese Gombrowicz veintiañero era otro: entregarse a la masa, rebajarse, convertirse en un ser inferior, una idea que más tarde le sirvió para enunciar un postulado según el cual en la cultura no sólo el inferior debe ser creado por el superior, sino también a la inversa.
El proyecto no terminó bien, era una tarea gigantesca y peligrosa, diez años después se dio cuenta que había estado jugando con fuego, algo enfermizo que llegó a sus manos le hizo tomar conciencia.
Un joven llegó a su casa con un manuscrito bajo el brazo pidiéndole que lo leyera, que la obra tenía un gran impulso erótico para excitar a los lectores. De verdad resultó un libro erótico y sucio que se complacía en la porquería, era malo y barato. Leyendo ese manuscrito Gombrowicz recordó su propia novela olvidada hacía tiempo, escrita en 1926, el mismo año en el que había escrito "El bailarín del abogado Kraykowski" y "El diario de Stefan Czarniecki"
Unos días después de que el autor del manuscrito llegara a la casa de Gombrowicz se pegó un tiro en la sien. Gombrowicz no creía que la causa del suicidio hubiera sido la novela, pero esa obra era la expresión de un estado de ánimo que condujo al joven a la catástrofe.
Diez años atrás, a pesar de las apariencias y de una existencia de aspecto casi despreocupado, Gombrowicz no había estado lejos él mismo de tomar una decisión parecida, debía estar muy desesperado.
La obra maestra a la que Gombrowicz le había puesto el punto final resultó ser una mezcla asquerosa del vivir plenamente la vida en la sensualidad y la brutalidad, una historia no menos sórdida y excitante que la del joven malogrado. Una señora amiga la leyó y le sugirió que la quemara; Gombrowicz le hizo caso, arrojó el original y las copias en la nieve y les prendió fuego.
Gombrowicz no se suicidó, aunque el asma le provocó crisis que lo acercaron a la idea del suicidio.
El caso del Pato Criollo no es tan claro como el de Gombrowicz, conocemos la dimensión de la bajeza que alcanzó su "Yo era una chica moderna", pero no conocemos la que alcanzó la novela del joven polaco que se suicidó ni la de Gombrowicz a la que le prendió fuego.
Sin embargo, una conversación que mantuve con la Hierática me recordó que alguna vez yo también había asociado al Pato Criollo con el suicidio.
Habíamos caído en la conversación de ese momento en tout Buenos Aires: –El Pato Criollo ha desaparecido, vas a ver que ese extraviado se va a suicidar; –No digás macanas, Goma, si acaba de publicar "La cena".
Le pregunté a la Hierática si "La cena" tenía algo que ver con "El gran salmón": –No, esta novela transcurre en Pringles y la otra en Rosario. En cierto momento se produce una gran revolución en el cementerio, los muertos salen de las tumbas y atacan al pueblo. Le abren la cabeza a los vecinos y le chupan las endorfinas, los zombis resultan invencibles.
Sin embargo, en un momento determinado una señora anciana reconoce a uno de los muertos que se le está viniendo encima: –Pero si éste es el colorado Pereira. Los viejos comienzan a identificarlos a uno por uno y los zombis derrotados vuelven a las tumbas.
Después de esta conversación que tuve con la Hierática el Pato Criollo desapareció y volvió a aparecer varias veces más. Estas desapariciones, junto a la idea de los muertos vivos, me siguen dando vueltas en la cabeza, y aunque no puedo asociarlas en este caso a la idea del suicidio me producen una cierta intranquilidad.
De ninguna de las fotos que aparecen en este gombrowiczidas se puede inferir nada que tenga algo que ver con la idea de la muerte.