"lAs CaLuMnIaS dE pUtA cIuDaD pErTeNeCeN aL pUeBlO"


jueves, 12 de marzo de 2009

EL BURRO


por Juan Carlos Gómez






“Ya es hora de responder a la pregunta: ¿por qué se quiere destruir a Beethoven, por qué se permite cualquier tontería siempre que sea antibeethoveniana, por qué se ha urdido una red de alabanzas ingenuas y acusaciones igualmente ingenuas con la intención de ahogarlo? ¿Tal vez porque Beethoven no gusta? Es justamente por lo contrario: porque es la única música que realmente le ha salido bien a la humanidad, la única encantadora”Los cuartetos de Beethoven eran para Gombrowicz la cumbre prodigiosa de la música, y la música, el efecto más poderoso y penetrante con el que las bellas artes alcanzan el alma.El burgués inteligente, perezoso y bromista que era Gombrowicz cuando se fue de la Argentina, también llevaba consigo esos cuartetos de Beethoven. Con el curso del tiempo se me pegaron tanto estos dos nombres que tuve que escribir “Gombrowicz es Beethoven”, una oración de diez líneas que publicó “Tworczosc” en Polonia hace más de diez años, una idea sobre la que volví a dar vueltas en “Gombrowicz, este hombre me causa problemas”.“Durch Leiden Freude, por el dolor la alegría pensaba Beethoven, algo parecido piensa Gombrowicz, quizás el polaco cambia la alegría del alemán por la belleza, o el encanto, o la juventud, o la diversión, o todo eso, da lo mismo. Yo no junto a Beethoven con Gombrowicz porque sean grandes, los junto porque son hermanos, porque en ellos se siente más que en ningún otro que el dolor es el origen de la existencia”¿Serán tan importantes estos cuartetos de Beethoven?, de Rosario y de Polonia nos llegan aires más vulgares y gordos. Gombrowicz ve a Rosario como la América vulgar cuando desembarca en esa ciudad regresando de un viaje que había hecho a las Cataratas de Iguazú.“Comercio, balance, presupuesto, saldo, inversiones, crédito, inventario, cuenta, neto, bruto, sólo esto, únicamente esto, toda la ciudad está bajo el signo de la contabilidad. La vulgaridad de América, la América gorda”Sin embargo, para el Pato Criollo, ese Rosario contable, vulgar y gordo también era intergaláctico: –¿Y vos, qué estás haciendo, Aira; –Y, estoy escribiendo, como siempre; –¿Y ya tenés el título?; –Y, sí, se llama “El gran salmón”; –Ah, una novela de pesca; –No, no, es un salmón itergaláctico, se viene para acá nomás; –Caramba, pero, ¿habla?; –No, no, tiene un gran tamaño, mide cincuenta mil millones de años luz; –Por favor, está lejísimos, entonces; –No, muy cerca, a quince kilómetros de Rosario. El Burro, uno de los últimos campeones de la mafia rosarina, ha inspirado a la Corifea, una joven gombrowiczóloga polaca de la tercer generación y de una categoría indefinida pues su condición de bibliófila la arrastra a la biografía, a escribir unas palabras que nada tienen que ver con Beethoven.La polaca se pone a caballo de las legendarias huellas, de la formidable ausencia y del visible hueco que según el Burro ha dejado Gombrowicz en la Argentina y que él intenta llenar con sus rebuznos. Ya a caballo del Burro la Corifea se las ve con un Gombrowicz desubicado y guarango que hecha las bases de una ética estética, lejos de la crítica centrada en el anecdotario de su vida. De una manera solapada la Corifea está desacreditando aquí los testimonios que aparecen en “Gombrowicz en Argentina”, el libro de la Vaca Sagrada. Con el potente lugar intelectual de desfachatado que le encuentra el Burro inventa un Gombrowicz argentino y guarango recién nacido que pega sus primeros berridos en la editorial de la Pitolina, la consigliere de la mafia rosarina“(...) algo que, sin dudas, necesitábamos desde hace mucho tiempo”De igual manera que el Burro la Corifea misma se ocupa de plancharlo a Gombrowicz, con esa costumbre que tiene de contarle el culo a las hormigas, en Argentynskie przygody Gombrowicza cuya tapa tiene a un Gombrowicz puesto en el balcón de su pieza de Venezuela unos días antes de su alejamiento de la Argentina. ¿No será demasiado poco para Gombrowicz esta manera de verlo que tienen estos dos pigmeos? Por fortuna un mexicano ilustre viene en ayuda de los cuartetos de Beethoven y de Gombrowicz en un momento en que un argentino y una polaca están cometiendo desvaríos.En efecto, Carlos Fuentes publicó recientemente una hermosa nota en la que habla de los artistas que coronan sus vidas con serenidad, y de los que al final de su vidas apuestan a la intransigencia y a la contradicción.“(...) Enajenado, oscuro, rechazando la serenidad, despreciando la madurez, Beethoven nos recuerda en sus cuartetos el ánimo de Witold Gombrowicz en sus grandes novelas ‘Ferdydurke’ y ‘Cosmos’ (...)”Si bien el Burro es un joven integrante de la mafia rosarina, un talante que aparece con toda claridad en la foto de este gombrowiczidas, es justo aclarar que no llega a ser ese tipo mofletudo de pelo engomado del que habla Gombrowicz en los diarios. “Rosario es la más fea de las grandes ciudades argentinas; en cuanto a cantidad de habitantes, iguala a Varsovia, pero es pueblerina hasta la médula de los huesos. Es curioso: toda esa masa de gente hasta ahora no ha creado ningún movimiento cultural, artístico, aunque tiene una universidad, y no se trata de una urbe obrera, sino de una ciudad de empleados, comerciantes, vendedores ambulantes y empresarios de todas clases. Pero sus necesidades espirituales quedan satisfechas con el juego de billar.Cada país tiene su monstruo. En Rosario a cada paso se puede ver al monstruo representativo de la Argentina: es un tipo regordete, mofletudo, de mejillas rubicundas y brillantes, un bigotito negro de tenor, el pelo engomado, ojos sensuales, con un reloj, un anillo, de elocuencia fácil y abundante, de una familiaridad y cordialidad afectadas, que aspira la sopa, se hurga los dientes con un palillo y está encantado consigo mismo... ¡Dios mío! ¡Qué monstruo! ¡Emana una idiotez imposible de soportar!





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