"lAs CaLuMnIaS dE pUtA cIuDaD pErTeNeCeN aL pUeBlO"


martes, 27 de enero de 2009

Las novias de la desesperaciòn

La historia de la hipocresia podria ser contada perfectamente desde la actitud represiva que las instituciones religiosas y politicas sostuvieron hacia las prostitutas a traves de los siglos. En las sociedades primtivas, las sacerdotisas del amor eran escogidas entre las mujeres solteras de la comunidad para satisfacer la desesperaciòn sexual de todos los marginados sociales. Aquellos que por falta de atributos o por una mala ubicaciòn en la piràmide social carecian de toda posibilidad de obtener una compensacion eròtica eran recibidos y contenidos por èstas mujeres que generosamente se exponìan al deseo masculino. Sin embargo, el discurso racional nunca integro a las prostitutas a su entramado de convivencia; las obligò a permanecer en las sombras de la vida social expuestas al desamparo de la ilegalidad.
Peseguidas a traves de la zona mas confusa de los codigos penales occidentales, acorraladas por la policia, obligadas a mantener su actividad en secreto, la prostitutas ejercieron su oficio en cada una de las ciudades de este planeta sin que jamas se reconociese la necesidad de su existencia.
La pulsion sexual masculina transforma al macho en un mendigo desnutrido del erotismo, y el fracaso de la institucion matrimonial como àmbito de satisfaccion de esa pulsiòn refuerza la necesidad de la existencia de estas mujeres dispuestas a trabajar de amantes a cambio de una compensacion economica. Hace mas de dos mil años que el hombre alimenta la hipocresìa de ese doble còdigo de conducta: a la luz del discurso pùblico declama la importancia del amor, afirma la necesidad de la pareja monògama y escoge la posibilidad de unir el cariño con el deseo; pero bajo la sombra de las palabras, el macho sigue acechando la pulsiòn de un orgasmo sin modales, el encuentro sin convenciones ni arreglos con su propia perversion.
Las prostitutas son la evidencia del fracaso eròtico que produjo la civilizaciòn del amor en todas las latitudes y tambien la evidencia de la imposibilidad de la razòn social por sepultar su existencia, por confinarlas en la frontera de la delincuencia y obligarlas a ocultar su profesiòn.
La sindicalizacion de èsta actividad es una de las deudas màs antiguas que los paìses sudamericanos mantienen hacia las trabajadoras como primer paso hacia el reconocimiento de la necesidad de su existencia, la dignificaciòn de su trabajo y la aceptaciòn pùblica de las contradicciones que anidan en nuestro sistema de convivencia.
Igualmente, haya o no debate, todas las noches de todas las semanas de todos los años, en cualquier calle de la ciudad, en los antros publicitadoen los diarios, en las villas o en los bares elegantes, las trabajadoras del sexo seguiràn vendiendo aquello a lo que las maneras hipòcritas de la sociedad se niegan a ponerle precio. Seràn siempre las chicas de la calle, las novias de la desesperacion, las marginadas del amor.
Sin duda, las aceptemos o las neguemos, èstas chicas deben poseer las mayores pistas sobre esa misteriosa y extraviada sensualidad que todos los hombres perseguimos.
Enrique Symns Las Ultimas Noticias, Abril 1999 del libro La vida es un Bar.
A cinco años del asesinato de Sandra Cabrera.