
Sucediò en el internado la vìspera de natividad del 2008. Èl convocaba a cientos y cientos de feligreses los domingos en su parroquia. Èl era socio de Televisiòn Litoral s.a. y tenìa espacio en los multimedios que manejaba la empresa. Èl, carismàtico y escuchaba con empatìa. Repartìa el agua de su heucaristìa. Mi tìa concurrìa a practicarle favores por el sòlo hecho de su acento y fonètica forànea. Èl no dejaba sus hàbitos en ningùn momento. Hasta que llegò al hogarcito San Roque y estremeciò a mi hermana. La sedujo, poseyò, magreò. Derramò su huasca por el cuerpito de aquella quinceañera con capacidades diferentes. El Padre tuvo tanta mala leche que no se percatò que yo estaba en la pieza contigua apuñalando a mi payaso. Èl sòlo atinò a tomar su crucifijo y pedir perdòn al cielo. Y yo con una sòla estocada le cortè los huevos y los colguè en el arbolito de la instituciòn.
Benito Poncela.