
La Espera
La flor sobre la mesa
un resplandor de velas
y en el oscuro bordò
de un tiño añejo.
Una espera sin fin
sobre el mantel gastado
implacable sombra,
extendida en las ausencias.
Un beso que no fue...
una caricia apenas
que nos quedò en el aire
caminan...y nos duelen
por los bordes
ardientes y salados
de llantos sin lugar
para llorarlos.
La cama aùn abierta
asì como quedò
con el ultimo sudor
sobre la almohada
y la sàbana arrugada
en las esquinas.
El ùltimo libro que leìa
sus notas nerviosas y apretadas
en el block de hojas amarillas.
Y ese modo tan suyo
de la ropa al descuido
en los rincones.
Un diario El Mundo
que el tiempo respetò
abierto en esa fecha
desde que no volviò.
Està, siempre estarà. Quedò su latir.
Ya nadie podrà robar su corazòn.
Camina por los ojos de los HIJOS
se abriga en las manos gastadas
de sus Madres
Anida en la bronca
y la memoria
nos llama y alimenta
mientras calla.
Nos empuja y abraza
en nuestra espera
retorna vital y poderoso
cuando inunda a retazos
el hueco de su ausencia.
La flor sobre la mesa
no puede marchitarse
la lumbre de las velas
no puede consumirse.
Y el tinto siempre anhela
sobre el mantel gastado
para gritar ¡presente!
cuando acabe la espera
y empapar nuestras mesas
cuando sea una fiesta.
En el brindis final
de la victoria.
Carlos Arguello, extracto de El Anden de los Juglares, Antologìa IV 2003.
BookCrossing
La flor sobre la mesa
un resplandor de velas
y en el oscuro bordò
de un tiño añejo.
Una espera sin fin
sobre el mantel gastado
implacable sombra,
extendida en las ausencias.
Un beso que no fue...
una caricia apenas
que nos quedò en el aire
caminan...y nos duelen
por los bordes
ardientes y salados
de llantos sin lugar
para llorarlos.
La cama aùn abierta
asì como quedò
con el ultimo sudor
sobre la almohada
y la sàbana arrugada
en las esquinas.
El ùltimo libro que leìa
sus notas nerviosas y apretadas
en el block de hojas amarillas.
Y ese modo tan suyo
de la ropa al descuido
en los rincones.
Un diario El Mundo
que el tiempo respetò
abierto en esa fecha
desde que no volviò.
Està, siempre estarà. Quedò su latir.
Ya nadie podrà robar su corazòn.
Camina por los ojos de los HIJOS
se abriga en las manos gastadas
de sus Madres
Anida en la bronca
y la memoria
nos llama y alimenta
mientras calla.
Nos empuja y abraza
en nuestra espera
retorna vital y poderoso
cuando inunda a retazos
el hueco de su ausencia.
La flor sobre la mesa
no puede marchitarse
la lumbre de las velas
no puede consumirse.
Y el tinto siempre anhela
sobre el mantel gastado
para gritar ¡presente!
cuando acabe la espera
y empapar nuestras mesas
cuando sea una fiesta.
En el brindis final
de la victoria.
Carlos Arguello, extracto de El Anden de los Juglares, Antologìa IV 2003.
BookCrossing