

(¿Tendrá también putos genes rosarinos el flaco ese de abajo?)

Después de pensar un tiempo viendo las Olimpíadas chinas (mejor dicho, me dijeron: los Juegos Olímpicos, las Olimpíadas son todo el resto del tiempo del mundo hasta el Gran Crunch) a lo largo de una semana alguien ha podido arribar a algunas pocas inferencias apenas menos que obvias o erradas:
Lo primero que se pudo despejar. Lo siguiente: los Juegos Olímpicos son un lugar muy distinto, opuesto, a las playas televisivas donde se pasea gente como Pamela Anderson y el ex Michael Knight. Los Juegos bancan todos los defectos: mujeres de 1,30 mts a 1,90 mts son miradas por todo el mundo, y admiradas por todo el idem. Gordos feos de 1,60 o incómodos gigantes que no caben en ningún colectivo ni Fiat de Pettinato ni cama ortodoxa se consagran en el agua y en el aire entre aros o redes. Flacos escuálidos en las antípodas de cualquier gobernador de California monopolizan pantallas mundiales y baten recods como conejos. Oh, querido lector de pronto azorado ¡qué ejemplo! Ved hasta donde se puede llegar no respetando los cánones – imposibles además – de Buonarroti y Rodin ni de Gente y Bailando por un sueño.
Dos: dicen que el pueblo argentino no es solidario. Tendrán razón. Demasiada socialidad con demasiado poca sociabilidad dan un resultado en el campo de juego: incompetencia en los deportes solitarios, competitividad internacional en los deportes solidarios. Los deportes amateurs son siempre una causa imperiosa de los estados imperiales. Los grandes estados y las grandes culturas o las culturas exclusivas (como Cuba), los cultivan. Los parajes periféricos sólo suelen quedar a expensas del salvajismo capitalista. Los deportes que en la Argentina se cultivan con cierta y relevante competitividad internacional son o en general colectivos o en general más o menos generadores de divisas, profesionales. El tenis es una excepción a la primera hipótesis y el jockey a la segunda. Sólo tres esperanzas para el deporte del Gran Desierto del Fin del Mundo en el que vivimos: el básquet, el jockey mujeril, y el fóbal.
El mejor equipo de básquet que este cronista pudo observar fue la selección que no ganó el campeonato mundial de los E.E.U.U. Ese fue un equipo prácticamente inmejorable que no pudo ganar el torneo básicamente porque dos garcas conchabados por el poder mundial basquetbolístico, árbitros, consideraron que no era pertinente. Dos años después el equipo campeón olímpico siendo menos excelente tuvo revancha. Este año, oh lector absurdo, da toda la sensación de que se corona la gardeliana cuesta abajo que devino en el 4º puesto del último mundial. Si las jugadas mágicas del sublime Ginobili estarán forzadas a ser coronadas por el rechoncho Román González, todo se convierte en poco posible. El Dream Team en inexorable pesadilla. Las chichis tampoco están dando sus mejores performances: la absolutamente genial Luciana Aimar (hay que insistir en que su estilo es la traducción al palo de los arabescos del Trinche [leer Carlovich]) parece Maradona en el 90: el monopolio mundial de todas las guadañas. No hay vuelta que darle teme este cronista: en esta tierra todo se debe esperar del fútbol, hasta la revancha por una guerra perdida. Messi – más bien un Anticarlovich - se queja: dice que el equipo no parece Maradona, parece “Batista en el 90”. Lo bueno si lento ¿dos veces bueno?.